miércoles, 3 de noviembre de 2010

Como en casa.

Entró en su casa. Aquel lugar en el que nunca se había sentido agusto. Hacía frío y todo estaba polvoriento. Las cortinas pasadas, las ventanas cerradas, la puertas también... Todo tal y como lo había dejado. Se veía a simple vista que nadie había entrado allí desde que él se había ido dando un resonante portazo. Con ese portazo había deseado mil veces cerrar algo más que una puerta. Había deseado dejar al otro lado de la puerta todos los recuerdos que aquellas habitaciones guardaban, había deseado olvidarlo todo y lo que más había deseado era no tener que traspasar el marco de esa puerta otra vez, jamás.
Todo había ido bien al principio. Todos sus deseos se habían cumplido. Poco a poco fue olvidando, hasta que de repente todo se arruinó. Toda su nueva vida construída sobre su pasado, sepultándolo, se había derrumbado, dejando al descubierto secretos y dolorosos recuerdos que de haber podido habría quemado uno a uno disfrutando al verlos arder.
Estaba allí de nuevo, las circunstancias lo habían obligado. Despues de tanto tiempo, había vuelto. Había abierto el baúl de su vida y ahora sabía que no tendría oportunidad de cerrarlo. No podía remediarlo.
Todo estaba como lo había dejado a excepción de una cosa: su valor. El valor con el que había abandonado ese lugar hace tanto tiempo con la intención de no regresar. El valor con el que lo había dejado todo atrás. Ahora ese valor se desvanecía sin dejar rastro, mientras la covardía ocupaba su espacio. Su pasado lo atrapaba. No podría irse otra vez.
Sí, estaba en casa, pero no se sentía como en casa.

Án.

lunes, 1 de noviembre de 2010

.

Amarte hasta el final de nuestras vidas, y aún cuando todo se acabe y no seamos más que huesos, te seguiré amando, de alguna manera, por algún motivo. El motivo es que esto es para siempre.